La semana pasada comencé junto a una colega amiga, una actividad nueva para la comunidad expatriada hispanohablante. Un espacio mensual para compartir experiencias, reflexionar y conversar sobre los desafíos de vivir en el exterior. Lo llamamos “Conectados”, porque si bien cada participante tiene diferentes historias y experiencias, existe una conexión entre todos nosotros: encontrarnos lejos de nuestra patria y el desafío de insertarnos en una nueva cultura, con todo lo que eso conlleva.
Son en estos espacios de diálogo, de apertura, donde te encuentras en sintonía con personas que fuera de ese contexto pensarías que no tienes mucho en común, y, sin embargo, en este momento de tu vida son con los que más empatizas y logran comprenderte. Saben lo que significa transitar el desarraigo, la paciencia y la reinvención. Conocen sobre las problemáticas del país, como así también de las facilidades.
Luego del encuentro me quede pensando en lo siguiente:
Creo que los recortes que cada persona realiza sobre sus vivencias y lo que cuenta al respecto, está fuertemente teñido por los rasgos propios de la personalidad, más que del país en sí. Por supuesto que China puede resultar hostil, las diferencias culturales son enormes (el idioma e idiosincrasia del país puede resultar un desafío diario), pero aun así considero que nuestra huella personal es la que determina la lente con la que miramos y transitamos la experiencia.
Muchas veces culpamos al país sobre nuestros desaciertos, tristezas (que por supuesto pueden afectarnos e interferirnos) pero también es cierto que puede tratarse del ciclo vital en el que nos encontremos el que nos lleve a sentirnos así. Puede ser el momento particular que estemos transitando en nuestro trabajo, con la pareja o la familia, el responsable de aquel malestar. Pero a veces resulta mas sencillo adjudicarlo al “país” en lugar de identificar los “ruidos” propios e internos.
También aceptar el hecho de que, en el “mundo expatriado”, hay destinos que pueden gustarnos más que otros. Hay países que nos pueden dar la sensación de ser mas fáciles y que nos ofrecen más oportunidades; y países con menos restricciones y más libertades. Seguramente sea así.
Si en esta oportunidad te toca transitar un destino que no te gusta mucho, está bien sentirlo. Puede que hayas tenido que atravesar situaciones difíciles, no gratas durante la estadía allí y entiendo que resulte difícil desasociarlo del lugar.
Entonces te pregunto: ¿cómo quieres transitar el tiempo que te queda allí? (en el país donde te encuentres) ¿crees que hay algo que puedas hacer o modificar para pasarla mejor? ¿Identificas qué depende de ti?
A veces no podemos cambiar el contexto, pero sí podemos modificar nuestra visión o conducta sobre el mismo, como también reconocer los aprendizajes que nos han tocado sortear.
De lo que sí puedo estar segura es que cuando nos toque irnos, seremos personas más fuertes, con más herramientas y sobre todo más resilientes de como éramos cuando llegamos.
Coincido ☝️
Uno interpreta y juzga desde sus creencias
Por otro lado, pareciera ser mas fácil adjudicar la
Responsabilidad de los desaciertos, afuera, que hacerse cargo y responsable.
Abrazos de otra ExPat ;0)